Muchos de los himnos homéricos son invocaciones a las deidades griegas. Por
ejemplo, un himno homérico puede crear la imagen de una diosa en la mente de quien lo
escucha, al describir su apariencia, atributos y hazañas. Entonces se la invita a estar
presente, a entrar en un hogar, a dar una bendición. Los griegos de la antigüedad sabían algo
que nosotros podemos aprender: las diosas pueden ser imaginadas y, después, invocadas.
En los capítulos sobre las diosas concretas, los/as lector/as tal vez descubran que no
están familiarizados/as con alguna de ellas. Tal vez se encuentren con que un arquetipo que
les sea enormemente útil no esté desarrollado suficientemente o que, aparentemente, les
“falte” dentro de sí. Es posible “invocar” dicha “diosa”, haciendo conscientemente un esfuerzo
para ver, sentir o tener la sensación de su presencia –visualizarla mediante la imaginación- y,
después, pedir su fuerza singular. He aquí unos ejemplos de invocaciones.
● Atenea, ayúdame a pensar con claridad en esta situación.
● Perséfone, ayúdame a permanecer abierta y receptiva.
● Hera, ayúdame a comprometerme y ser fiel.
● Deméter, enséñame a ser paciente y generosa, ayúdame a ser una buena madre.
● Artemisa, manténme centrada en ese objetivo lejano.
● Afrodita, ayúdame a amar y a disfrutar mi cuerpo.
● Hestia, hónrame con tu presencia, dame paz y serenidad.
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